Resumen:
A lo largo de los años la psicología clásica, basada en el modelo médico, ha puesto
el énfasis en la enfermedad, en todo aquello que tenía que ver con el sufrimiento y la
infelicidad. De esa forma, mientras se ponía luz en las emociones negativas y en la debilidad
humana la disciplina se veía sesgada por lo patológico dirigiendo las investigaciones y
tratamientos por esos rumbos. La Segunda Guerra Mundial ha justificado y/o explicado en
parte esa tendencia dada la necesidad de asistir y reparar los daños psicológicos, entre
muchísimos otros, ocasionados por este evento histórico que atravesó de una forma u otra,
en menor o mayor medida a toda la humanidad. En la actualidad, el término que más se asemeja a ese paradigma filosófico es el de
Espiritualidad. Dicho concepto es diferente y hasta podríamos decir contrario al concepto de
religión (definiremos religión en los próximos párrafos), y se relaciona con aquellos que
prestan atención a su voz interior. En contraposición a la religión, la Espiritualidad invita a
razonar, a pensarnos como parte de una totalidad enfatizando en la relación con los otros
(relaciones interpersonales). La Espiritualidad nos habla de trascendencia, realza el valor no
sólo del ser humano como sujeto individual sino de la “humanidad” pensándola como un
todo, un núcleo, un corazón que invita a la autenticidad y a la verdad, al cuidado y al
autoconocimiento de la propia fuerza interior, al desarrollo de la singular creatividad y dones
personales. Se vislumbra en la actualidad una relación entre la Psicología Positiva y la
Espiritualidad, y un interés creciente de parte de los profesionales de la psicología en cuanto
a actividades meditativas y contemplativas que forman parte de la vida espiritual en tanto
parecería que estas influyen de manera positiva en el Bienestar Psicológico de las personas.