Resumen:
¿Puede la literatura ayudar a traer al presente fantasmas pasados y permitir
un enfrentamiento «cara a cara» entre el autor y su experiencia vital que
devenga en una obra «purificadora» y, a la vez, literaria? Largo viaje hacia la
noche (Long Day’s Journey into Night, 1940) del norteamericano Eugene
O’Neill (1888-1953), es un ejemplo clásico del poder que tiene la palabra, de la posibilidad de
que la literatura se convierta en un «ajuste de cuentas» liberador y
enriquecedor.
La historia que se articula en esta pieza teatral se centra en un maduro
matrimonio, los Tyrone, él un célebre actor de teatro, ella una ama de casa
con problemas de salud, y sus dos hijos, Jamie y Edmund. La trama se inicia
en la residencia de verano de los Tyrone, una luminosa mañana de agosto
en la que los miembros de la familia conversan, desayunan juntos y, como se
irá viendo a lo largo de la obra, esconden (en vano) sus problemas. Poco a
poco, según transcurre el día, O’Neill juega con la luz y sumerge a sus
personajes en un lento, doloroso y largo viaje hacia la noche, hacia la
oscuridad que representa la verdadera condición de los Tyrone.
La lectura de Largo viaje hacia la noche nos sumerge en la propia familia del
autor. Su padre y su hermano tuvieron ambos una desmedida y destructiva
afición por la bebida. Su madre, tras darle a luz, se hizo adicta a la morfina.
El propio O’Neill tuvo problemas con la bebida y sufrió tuberculosis.