Resumen:
En el lapso de unos años, la ilusión que generaban Facebook, Twitter e Instagram,
fue mutando hacia un lento desencanto. Este sentimiento no responde a una sola causa
sino a múltiples. La agresión anónima, los perfiles falsos, las noticias fraudulentas, la
difamación, la publicidad engañosa y el robo de datos fueron construyendo una
desconfianza generalizada. Esta percepción queda confirmada con una encuesta
reciente que indica que sólo un argentino de cada diez cree en lo que se dice en las
redes sociales.